Bienvenida

Un nuevo blog, llamado historias...

Tal vez leas de alguien que te he contado, tal ves leas tu historia. Algún punto donde tu historia se ha cruzado con la mía. Tal vez no sea como tu la recuerdes, ni como yo lo hago... el tiempo va borrando ciertos detalles, pero la esencia permanece.

miércoles, 20 de marzo de 2013


Tia Chula...

Mi historia podría comenzar aquí.  Olores que inundaban la casa, que reunían a la familia. Que hacían agua la boca.  Palabras que no se olvidan.  Yo tendría unos 4 años, creo que es de los recuerdos más antiguos que tengo.  Yo estaba en el Jardín de niños cerca de esa casa grande, donde ella vivía, y donde yo he vivido muchos de mis mejores y peores momentos.  Donde está enraizada una buena parte de mi historia. 

Su cuidado.  Estaba jugando a la hora del recreo, y ella preparaba el desayuno para mí.  procuraba llevar comida como para un ejercito, y pretendía que yo comiera todo... Mi estómago era pequeñito.  Y sólo comía las galletitas y dulces que llevaba.

En esos tiempos también, ella me llevaba a León, a que me vacunaran, pues en el pueblo no había acceso a esas medicinas.  El viaje en el camión, yo preguntaba muchas cosas. Ella siempre contestaba. Luego, el piquete feo.  Luego algún bonito premio para la niña que se portó bien.  Después la visita a papá que estaba en la fábrica trabajando: un olor a piel y cuero que hasta la fecha lo asocio con él.  Esos recuerdos que se quedan en el tejido neuronal.   Un paseo, y de regreso a casa.

Jugar en la cocina, intentar cocinar, ser consentida con la comida que la niña tuviera antojo. Preparada con todo el cariño del mundo reunido en un simple platillo.  El amor que intenta saciar una necesidad básica, la alimentación.  Y así era como ella nos demostraba lo mucho que nos quería.

El tiempo no pasaba en balde. Cada vez se notaban más sus canas cuando peinaba sus cabellos al sol, y caminaba más lento.  Luego vino el bastón.  Pero nunca dejó de ir a misa, o cuidar a sus sabandijas, como les decía a los canarios que tenía.  Había mucho que aprender de ella... Si me decía que me llevara suéter porque llovería, más valía hacerle caso. Debieron contratarla para predecir el clima.

Sus historias: porque nunca se casó, la edad de sus hermanas, como era la vida en el campo, conocí a mi abuela y la otra historía de mi madre a través de ella.  Escucharla, porque tenía mucho que contar, escucharla porque su sabiduría no se podía quedar sin ser conocida, escucharla, porque ella antes me escucho.  Escuchar sus recomendaciones, porque quiere lo mejor para mí.

Luego del bastón, vino la andadera y al final la silla con ruedas.  Al principio me dolió: sabía que el final de sus días vendría más pronto que tarde. Preferí hacerle más compañía, escucharle más y cepillar su cabello.  Acompañarla con un sandwich de nieve de los que le gustaban y escucharla rezar el rosario.  Al final esos son los recuerdos que quedan.  Los de cuidado, de amor...

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