Las gorditas de horno son tradición en la familia y en el pueblo. 2 de noviembre puntuales preparando la masa de dulce, la masa de sal y la masa de polvorón. Conseguir la leña, calentar el horno. Amasar, separar, amasar, juntar, tortear y poner en charolas. Meter al horno, cuidarlas, sacarlas a tiempo, acomodarlas y finalmente comerlas.
Este año, mi tía olvidó preparar el pinole. Y coincidió con que yo estaba por aquellos rumbos. Llamé para avisarles que iria a verlas y hacerles mis pedidos habituales. Pregunte por las famosas gorditas de pinole y
me contó que lo había olvidado.
Pasó el sábado y llegó el domingo. El camino a Tierra. Llegar a la casa de mis tías, la casa limpia. Y mis dos tías en casa. Me dió mucho gusto verlas. Saber que están bien y que no va a pasarles nadita, lo más bonito es que no salió a colación el tema del casorio y eso me hizo muy feliz.
Mi sorpresa fue que al hacer la repartición de los itacates hubo gorditas de polvorón para mí, única y exclusivamente. No sólo es el hecho de tener las gorditas sólo para mí. Fue el hecho de tomarse el tiempo y la molestia de conseguirlo, de hacerlo y de reservarlo.
Todo esto me lleva a la importancia reciproca. Justo en el camino hablabamos que cuando nos toque cuidar de mis tías nos vamos a organizar para estar con ellas. Que para mí es justo que nosotros que disfrutamos de sus cuidados y atención hagamos lo mismo por ellas que han estado siempre al pendiente de nosotros y nos han apoyado durante toda la vida.
Al parecer soy y seré la consentida y la favorita sobrina nieta de mis tías. Y ellas son y serán mis tías favoritas. En realidad para mí son muy muy importantes y especiales.